lunes, 23 de agosto de 2010

Te necesito ahora


Sales de casa, miras si vienen coches. Pista libre. Arrancas el motor hasta la próxima vez que te vea. Desde ese instante hasta que vuelves a entrar por esa puerta, que es como una boca abriéndose, dejándome ver sus tripas; desde ese momento, no sé lo que pasa por tu mente, ni qué pie apoyas en el asfalto cuando, por destino o azar, el semáforo torna rojo; ni si resoplas, impaciente por llegar a algún lugar, y se empaña el retrovisor. Avanzada la mañana no oigo el sonido de tu reloj atado a cualquier muñeca que desconozco, a mi pesar. Qué mano levantas reclamando atención o qué ojo se te cierra más de los dos al sonreír. Tampoco si se te humedecen las manos en un momento angustiado. Ya, ya sé que dicen que el corazón no siente si los ojos no ven y tal vez vivir en esta ignorancia de tus actos es la que me conviene para que mis ojos dejen de ver lo que tu corazón no quiere sentir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario